La
cantidad total de agua en el planeta es inmensa, lo cual nos induce a pensar en
ella como una sustancia inagotable. Pero sabemos que su distribución en el
espacio y en el tiempo no es homogénea y lo más importante: los humanos necesitamos
como recurso básico agua dulce. No nos sirve el agua de mar ni el agua que está
helada. Por ello, la cantidad disponible ya no es tanta. Hemos de tener en
cuenta que somos muchos los habitantes de este planeta (y aumentamos de modo
exponencial); que a mayor nivel de vida mayor gasto de agua; y que como
resultado de muchas actividades que provocan impactos sobre la hidrosfera
resulta contaminada. Así que aunque el agua es un recurso en teoría renovable,
en muchos lugares ha llegado a ser no renovable por sobrepasarse la tasa de
renovación: es, de hecho, un recurso potencialmente renovable.
A
continuación se detallarán los usos más corrientes que se hacen del agua.
Uso
y consumo: urbano, agrícola, industrial y recreativo.
Podemos
hacer una primera distinción en cuanto al uso del agua en función de que una
vez que ha sido utilizada pueda serlo de nuevo, hablándose de uso no
consuntivo o bien de que no vuelva ya a ser utilizada tras su uso,
denominándose uso consuntivo. En el primer caso tenemos usos
energéticos, recreativos o ecológicos. En cuanto a los usos consuntivos hay que
referirse a las actividades domésticas, industriales o agrícolas (que se
consuma no quiere decir que el agua se pierda: continuará con su ciclo
natural).
Otro
criterio empleado para clasificar el agua es la importancia que damos a su uso.
Así, distinguimos entre un uso primario del agua, si es indispensable y uso
secundario cuando esa utilización se considera prescindible. Por uso
secundario podemos entender el energético o el recreativo. Por usos primarios
consideramos el doméstico (agua para los hogares), agrícola e industrial.
Pensemos que el agua, como recurso que es, debe ser gestionada y en tiempos de
escasez debe quedar muy claro a qué uso se da prioridad: siendo ambos usos de
tipo primario, antes se imponen restricciones para el uso agrícola que para el
uso doméstico o de las personas. De hecho, en los años de escasez de lluvias,
la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, organismo encargado de la
gestión del agua de la cuenca del Guadalquivir, no permite la siembra de la
totalidad de las hectáreas que se dedicaban tiempo atrás al arroz en Sevilla o
al algodón en Jaén y Córdoba.
Los usos urbanos o domésticos son aquellos que se hacen para cubrir las necesidades
de agua en los hogares, comercios o servicios públicos (fuentes, riego de
jardines o baldeo de las calles). El agua empleada, procedente de distintas
fuentes (aguas embalsadas, ríos, acuíferos) es sometida a tratamientos de potabilización
que aseguran su salubridad. En las casas se emplea para beber, para la limpieza
y para la higiene. El consumo de agua urbana está en relación con el nivel de
vida de la sociedad en cuestión: a mayor nivel de vida mayor consumo de agua
[busca un recibo de agua y mira por curiosidad cuantos metros cúbicos se
consumen en tu casa en dos meses. Divídelo por el número de miembros de tu
familia y tendrás una estimación de lo que gastas: te sorprenderás]. [No
confundir potabilización con depuración]
Se
estima que el consumo mundial de agua para uso doméstico supone el 10% del
consumo total. Se trata sólo de una media y hay que pensar en las enormes
diferencias entre países “desarrollados” y “subdesarrollados”.
[En
una casa “normal” casi el 70% del agua se consume en el cuarto de baño:
cisterna y ducha. Casi el 30% se gasta en la limpieza de los suelos, de la
vajilla y de la ropa y sólo un 2% se utiliza para beber y elaborar la comida].
Usos
industriales. El campo de utilización
es variadísimo, sirviendo como materia prima en procesos de la industria
química o alimentaria (fábricas de papel, de azúcar, conservas, etc.); como
agente refrigerante (por ejemplo en las centrales térmicas); como depósito de
vertidos (balsas de alpechín, balsas de residuos mineros como la de Aznalcóllar,
balsas de escorias de una central térmica o de una acería); como transporte de
materiales (las balsas de residuos de cualquier tipo se llenan porque dichos
residuos han sido transportados por el agua); como medio de limpieza (las
“lavadoras” de las almazaras emplean agua para arrastrar la suciedad de las
aceitunas). Aproximadamente en usos industriales se consume un 25% del
total del agua dulce.
Usos
agrícolas. El consumo de agua para
usos agrícolas supone el 65% restante. Como puede observarse, la
producción agrícola emplea el mayor porcentaje de agua dulce. Hay grandes
diferencias según países, en función del clima, del tipo de cultivo y de las
técnicas empleadas para el riego. No obstante, a nivel general, muchas de las
técnicas de riego son muy poco eficientes, desaprovechándose una gran parte del
agua por evaporación y por pérdida en los sistemas de canalización. En
Andalucía el consumo agrícola se lleva más del 80% de toda el agua.
(Podemos imaginar dónde habrá que tomar medidas realmente serias de ahorro de
agua).
Usos
recreativos. Éste es un uso no
consuntivo, aunque como resultado de las actividades humanas puede suponer un
deterioro en la calidad de las aguas. Como uso recreativo podemos considerar la
utilización de embalses, ríos, lagos o el mar para deportes como la vela o el
piragüismo. También en este apartado se incluye el agua de las piscinas.
(España es un país que vive del turismo de costa)
Navegación. No sólo existe navegación en los mares. También en
grandes ríos y lagos la navegación fluvial es importante en muchos países del
mundo. De hecho, en algunos de ellos, desde Brasil a Rusia, los ríos
constituyen una red de transporte que no ha podido ser sustituida por carreteras.
En España, los ríos Guadalquivir, Tajo o Duero son navegables desde el mar
hasta una cierta distancia. Estos y otros ríos españoles (Ebro, Júcar, Segura)
fueron empleados para transporte de mercancías por barco o para llevar madera
desde los bosques de montaña hasta las zonas bajas donde se asentaban las
serrerías (este uso concluyó no hace más de medio siglo debido a la
construcción de embalses y a la mejora del transporte terrestre).
Uso
ecológico o medioambiental. El uso
“ecológico” es un concepto relativamente nuevo y curioso que aparece a partir
del momento en que grandes obras de ingeniería modifican totalmente la dinámica
natural de los ríos. Estas obras son los embalses y los trasvases: cuando se
construye una presa y se embalsa agua, la retención de la misma hace disminuir,
cuando no desaparecer, el flujo de agua río abajo de la presa. Esta disminución
de caudal, a veces total, provoca daños en los ecosistemas del río y por eso,
la gestión de las aguas por los organismos competentes (Confederaciones
Hidrográficas) debe tener en cuenta a la hora de asignar agua a agricultores o
para usos urbanos e industriales que hay que dejar lo que se conoce como caudal
ecológico que es el caudal mínimo necesario para que los ecosistemas
fluviales y de ribera no desaparezcan. Desgraciadamente, por una serie de intereses,
no siempre se cumple . En épocas de sequía la gestión del agua puede llevar a
eliminar el caudal ecológico si peligra el suministro a la población.
Cuando
se pide sin cesar el trasvase del Ebro porque “se está tirando el agua al mar”
para aprovechar ese “agua que se desperdicia”, o no se sabe lo que se está
pidiendo o se tiene muy poca conciencia sobre los daños irreparables que se van
a producir en los ecosistemas fluviales, en los acuíferos del río (muchas
personas dependen de ellos), en la dinámica de la desembocadura (cientos de
familias viven en el delta del cultivo del arroz: menos agua dulce = más agua
salada; menos aportes de sedimentos = pérdida del propio delta). En las costas
cercanas menos arena que les reponga la que las corrientes de deriva se lleva.
Medidas
de ahorro.
En
nuestro país, a pesar del clima que tenemos y del cada vez más claro cambio
climático, las necesidades de agua han ido en aumento en los últimos años (más
regadíos, más industrias, más piscinas, más urbanizaciones, más, muchos más
campos de golf…). Solo la gran crisis en la que está sumida España ha parado en
seco esta demanda descontrolada. Aun así, los agricultores exigen más y más
agua.
Y
como no hay más y todos tenemos derecho a ella, la gestión del agua es y
será más que nunca fundamental para conseguir el reparto equitativo de un bien
escaso.
Para
ello se están creando y modificando leyes y medidas de control. Uno de los
planteamientos lógicos de entre los que se están poniendo en marcha es el del
ahorro del agua.
El
ahorro de agua puede hacerse en cada uno de los usos: industrial, urbano y
agrícola.
En industria el ahorro viene de la mano de
mejores tecnologías: se trabaja en conseguir métodos que empleen menos agua
(por ejemplo, lavadoras de aceituna que funcionen más eficazmente). En el
ámbito urbano-doméstico las medidas son en muchos casos de sentido común: en la
mayor parte de las ciudades de España los jardines con césped son un lujo (no
los riega la lluvia como sucede en Francia). El cambio de especies vegetales a
otras mejor adaptadas a nuestro clima es una medida. No regar a pleno Sol, ya
que la mayor parte del agua se evapora nada más caer. No baldear las calles con
mangueras. También ahora construyen electrodomésticos menos gastadores
(lavadoras de ropa y lavavajillas). Pero el mayor ahorro, aunque no lo
apreciemos los ciudadanos es el mantenimiento y reforma de la red subterránea
de agua potable: en muchos municipios, las pérdidas de agua por canalizaciones
defectuosas es de más del 50%.
En
nuestras casas ya sabemos cómo
podemos ahorrar: no utilizar la lavadora ni el lavavajillas si no están llenos;
“no dormirnos en la ducha”; no darnos baños en la bañera; no dejar correr el
grifo sin más. Se pueden poner reductores de caudal en los grifos; hay quien
rebaja el nivel de agua en las cisternas para que en cada descarga se tire
menos. Ser cuidadosos a la hora de abrir la manguera para baldear el patio o la
puerta de la calle o al lavar el coche…
Hay
una medida que no falla cuando se aplica: subir el precio del agua. Tengamos en
cuenta que el agua que llega a nuestras casas es mucho más cara de lo que nos
cuesta directamente en el recibo. Una parte importante de la factura es asumida
por el Ayuntamiento, lo que quiere decir que sale igualmente de nuestros
bolsillos en forma de impuestos. El día en que paguemos directamente el recibo
del agua en su totalidad seremos mucho más cuidadosos.
Y
qué decir del uso agrícola: con un
gasto de más del 80% de la totalidad del agua, realmente, lo que hagamos los
ciudadanos en nuestras casas casi resulta simbólico. Aquí pues, es donde las
medidas de ahorro deberán ser puestas en marcha de manera más eficaz. Para ello
es fundamental mejorar los sistemas de regadío, prohibiendo el riego por
inundación y sustituyéndolo por sistemas de goteo. También es importante
modificar las canalizaciones (las acequias antiguas pierden mucha agua por
filtración y evaporación). Por último, es fundamental racionalizar los cultivos:
en muchos lugares hay que adecuar el tipo de cultivo a las condiciones
ambientales: en la Mancha hace 30 años se cultivaba trigo, vid y melones. No es
lógico que ahora se siembre maíz, que requiere mucha más agua. Se hace
explotando las aguas subterráneas y se está acabando con los acuíferos .
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